El próximo sábado 10 de mayo la parroquia acude en peregrinación jubilar a la Catedral de la Almudena para entrar por la Puerta del Perdón, celebrar la misa del peregrino a las 12:00 y recibir la gracia de la indulgencia plenaria.

Saldremos en un autobús a las 11:00 horas de la gasolinera de Antonio Machado (precio 10€). Algunos iremos caminando saliendo desde la parroquia a las 10:00. El punto de encuentro es la Plaza de la Armería a las 11:30.

Haz click aquí para acceder al díptico con información acerca del Jubileo que hemos preparado.

 

¿QUÉ ES UN JUBILEO?

La palabra “jubileo” hunde sus raíces en la tradición bíblica. El Jubileo era un año especial de redención y liberación que el pueblo judío celebraba cada 50 años, según el libro de Levítico. Durante este tiempo, se liberaba a los esclavos, se perdonaban deudas y se devolvían las tierras a sus propietarios originales, promoviendo la justicia social y la reconciliación entre las personas (Levítico 25:8-55).

La Iglesia Católica adoptó la celebración del Jubileo en el siglo XIV cuando se declaró el primer Año Santo con la finalidad de renovar espiritualmente a los fieles. El Jubileo es un tiempo de gracia, reconciliación y compromiso renovado con la fe.

Los Jubileos ordinarios se celebran cada 25 años, mientras que los extraordinarios se proclaman en ocasiones especiales para responder a necesidades particulares, como lo fue el Jubileo de la Misericordia de 2015 convocado por el Papa Francisco para resaltar la importancia de la misericordia y el perdón en el mundo.

Un Año Jubilar representa un tiempo santo de perdón, conversión y reconciliación con Dios. En este año se puede recibir la gracia de la indulgencia plenaria. Es una manifestación concreta de la misericordia de Dios, que ofrece al cristiano la oportunidad de un nuevo comienzo.

Para ganar la indulgencia es necesario fomentar en el propio corazón una actitud de rechazo y aborrecimiento del propio pecado, peregrinar con este espíritu a la Iglesia en la que se concede esta gracia, (en nuestro caso, la catedral de la Almudena), confesarse y comulgar (10 días antes o después), profesar la fe rezando el credo y pedir por las intenciones del Papa.

El Jubileo es un tiempo de gracia y de conversión sincera, de purificación interior y de acercamiento a Dios. Es un tiempo de profundizar en el amor y la misericordia de Dios que no se cansa de perdonarnos y acogernos. Es una llamada a vivir con mayor profundidad y coherencia nuestra vida de hijos de Dios y seguidores de Cristo.

UN JUBILEO DEDICADO A RENOVAR LA ESPERANZA

El Papa Francisco, tras orar y reflexionar mucho, ha querido que este año jubilar esté dedicado a sanar y renovar la Esperanza cristiana. La esperanza constituye el mensaje central del Jubileo. Que pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, “puerta” de salvación (cf. Jn 10, 7,9); con Él, a quien la iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como “nuestra esperanza” (1 Tm 1,1). Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza”

Signos de esperanza del Año Santo:

  1. Signos de esperanza en lo que se refiere a la paz: Dejemos que el Jubileo nos recuerde que los que “trabajan por la paz” podrán ser “llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). La exigencia de paz nos interpela a todos y urge que se lleven a cabo proyectos concretos.

  2. Apertura a la vida. Uno de los mayores signos de desesperanza es, precisamente, la pérdida del deseo de transmitir la vida.

  3. Situaciones que están necesitadas de esperanza cristiana: las condonaciones de pena y las de deuda, el alivio del sufrimiento de los enfermos, el futuro de los jóvenes, la atención a las adicciones, la integración de los inmigrantes, la soledad de los ancianos, el cuidado y la compasión con los más pobres… “La esperanza nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz. Y su vida se manifiesta en nuestra vida de fe, que empieza con el Bautismo; se desarrolla en la docilidad a la gracia de Dios. El Espíritu Santo, con su presencia perenne en el camino de la Iglesia, es quien irradia en los creyentes la luz de la esperanza. Él la mantiene encendida como una llama que nunca se apaga, para dar apoyo y vigor a nuestra vida. San Agustín escribe al respecto: “Nadie, en efecto, vive en cualquier género de vida sin estas tres disposiciones del alma: las de creer, esperar, amar” (SnC n. 3).

 

Padre que estás en el cielo,
la fe que nos has donado en
tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano,
y la llama de caridad
infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo,
despierten en nosotros la bienaventurada esperanza
en la venida de tu Reino.

Tu gracia nos transforme
en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio
que fermenten la humanidad y el cosmos,
en espera confiada
de los cielos nuevos y de la tierra nueva,
cuando vencidas las fuerzas del mal,
se manifestará para siempre tu gloria.

La gracia del Jubileo
reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza,
el anhelo de los bienes celestiales
y derrame en el mundo entero
alegría y paz
de nuestro Redentor.

A ti, Dios bendito eternamente,
sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.